NÚÑEZ DEL CUVILLO, VERDADERO ANIMALISMO

En la sociedad actual en la que vivimos de creciente preocupación por el bienestar animal y la conservación ambiental, resulta fundamental hablar del papel que desempeña el toro bravo dentro de los ecosistemas de las dehesas. Lejos de los estereotipos urbanos, la cría extensiva del toro de lidia representa uno de los sistemas más sostenibles, complejos y resilientes de la península.

El toro bravo no es solo un animal de lidia, es una especie adaptada al medio natural, cuyo modelo de cría exige grandes superficies, mínima intervención humana y una relación directa con el entorno ecológico. Esta particularidad permite la conservación de más de medio millón de hectáreas de dehesa.

Durante su crecimiento -que puede prolongarse hasta los cuatro o cinco años en el caso de los toros, y toda una vida para las vacas y sementales- estos ejemplares se desarrollan en régimen extensivo, en grandes fincas como las de El Grullo, El Lanchar o Gallarín, en Vejer de la Frontera, donde la ganadería de Núñez del Cuvillo ejemplifica este equilibrio entre producción animal y conservación. En estas explotaciones, la disponibilidad de pastos naturales, la baja densidad de animales por hectárea y un manejo basado en la observación directa garantizan un altísimo nivel de bienestar animal, difícilmente alcanzable en modelos intensivos.

El toro bravo actúa como agente de gestión del paisaje. Su actividad como herbívoro contribuye al control de la biomasa vegetal, previniendo incendios forestales y favoreciendo la regeneración de especies autóctonas. Su presencia facilita la heterogeneidad del hábitat, beneficiando a una elevada biodiversidad: aves rapaces, pequeños mamíferos y una enorme variedad de insectos y flora autóctona. La biodiversidad no solo se mantiene, se multiplica alrededor de él. Además, la rotación de cercados y el pisoteo selectivo facilita la regeneración del pasto y mejora la calidad del suelo.

Desde el punto de vista socioeconómico, el toro de lidia sostiene un modelo de economía rural basado en el conocimiento del medio, la transmisión entre generaciones de saberes y las múltiples funcionalidades agrarias. La adaptación de la selección genética a las condiciones de cada finca está intrínsecamente vinculada al manejo, a la alimentación natural y al microclima, lo cual demuestra que la cría del toro bravo no es replicable en condiciones intensivas o industriales. Cada ganadería representa un ecosistema propio, en el que confluyen factores productivos, ecológicos y culturales.

En este sentido, el concepto de “verdadero animalismo” cobra su importancia. El toro bravo no es un sujeto pasivo de protección, sino un actor activo en la conservación del paisaje mediterráneo, cuyo bienestar depende, precisamente, de su libertad, su espacio y su integración con el entorno.

Eliminar este modelo de producción -como proponen algunas corrientes animalistas- no solo significaría la desaparición de una raza única, sino también la degradación progresiva de grandes superficies rurales, la pérdida de empleo directo e indirecto en zonas despobladas, y el empobrecimiento de la biodiversidad asociada a este tipo de gestión ganadera.

Por tanto, defender la presencia del toro bravo en el campo no es una cuestión ideológica, sino una apuesta por un modelo de equilibrio entre actividad productiva, bienestar animal y conservación de la biodiversidad. Un modelo que, lejos de ser anacrónico, representa una de las formas más avanzadas de ecología que hoy podemos observar.

Pasear una mañana por las fincas mencionadas que en su día fueron adquiridas por Don Joaquín Núñez del Cuvillo, te muestra la realidad comentada en los párrafos anteriores. Ver como campan a sus anchas distintos ejemplares con la hierba saltándoles por encima, con ese colorido que da la primavera, es una auténtica delicia para los ojos. Desde los toros de saca, pasando por el gran cercado donde se encuentran utreros y erales, y los distintos lotes de vacas con sus sementales y retoños.

Todo ello gracias a un ganadero que sigue al frente a sus 93 años, hace más de 40 que comenzó su sueño y gracias a su dedicación, paciencia y mucho orden, ha logrado las cotas más altas en el mundo del toro. Verdaderos románticos, héroes del campo, no estaremos nunca lo suficientemente agradecidos por todo lo que hacen por este animal único.

Pasen y disfruten de estas magníficas fotografías, en las que he intentado mostrar el verdadero animalismo de Núñez del Cuvillo.




















































































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